Más Él, menos yo.
Él debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla menos. Juan 3:30
El Espíritu Santo no puede llenar a quien está lleno de sí mismo.
Renunciar
a nosotros mismos es quizá uno de los pasos difíciles para vivir una
vida cristiana correcta. Hacer la Voluntad de Dios por sobre la nuestra, cuesta. Antes creíamos que si actuábamos en base de nuestros principios o
nuestras ideas, llegaríamos a donde nosotros quisiéramos llegar. Y que
en cambio, si seguíamos los pasos de Dios, no sabríamos a dónde íbamos
ya que Sus planes para nosotros Él solo los sabría.
Pero
cuando aceptaste a Cristo tuviste que haber cambiado esa mentalidad.
Ahora sabemos que si actuamos por nuestra propia prudencia, eso no nos
llevará a ningún lugar. En cambio, si nos rendimos ante Dios y dejamos
que Él actúe en nuestras vidas, llegaremos a lugares de paz, con
victoria y descansados. “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu
propia inteligencia”. (Proverbios 3:5)
Pero
¿Será que aún nos cuesta entender esto? ¿Será por eso que las cosas nos
salen mal? ¿Será que seguimos llenos de nosotros mismos? Sí, leíste
bien, llenos de nosotros mismos. Dios no puede llenar con su Espíritu
Santo a quien está lleno de sí mismo.
Dios
no actuará en alguien que dice “Yo puedo hacerlo…” antes de “Mi Dios
puede hacerlo…”; Dios no bendecirá a alguien que dice “Yo sé lo que
hago…” en vez de decir “Sé lo que mi Dios hace…”. No seamos más
egoístas, debemos de vaciarnos totalmente de nosotros para llenarnos de
Cristo.
Una
vez me dijeron que “el cristianismo me lavó el cerebro”. Quizás
quisieron decir que Cristo lavó mis pecados y que por eso decidí
entregarme a Él, pero no entendí bien. Entiende bien, renunciar a
nosotros mismos, no significa renunciar a nuestro cerebro. Dios te ha
dado libertad de elegir. Se trata de cambiar nuestros planes por los
Suyos.
El
mejor trueque o intercambio que he hecho en mi vida fue Mis pecados por
Su misericordia. Ahora bien, te dejaré algunos pasos para que puedas
terminar de vaciarte de ti mismo y busques más la voluntad de Dios:
1. Reconoce a Dios: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”.
(Salmos 46:10). Quédate quieto, tómate un minuto para reflexionar. ¿Le
estás dando la autoridad a Dios para que actúe en tu vida? O ¿Le estás
poniendo límites para hacer lo que tú quieras y en segundo lugar poner
su voluntad? Piénsalo bien, reconoce que Dios es Dios y que jamás haría
algo para dañarte.
2. Déjate moldear: “Yo
fui y me encontré al alfarero haciendo en el torno vasijas de barro.
Cada vez que una vasija se le dañaba, volvía a hacer otra, hasta que la
nueva vasija quedaba como él quería”. (Jeremías 18:3-4) Dios
nos moldeará hasta que quedemos como Él quiere, no como nosotros
queramos. Entiende que Sus planes son perfectos y que no hay detalle que
quede fuera de atención. Cada parte de Sus propósitos para contigo
fueron meditados desde antes que nacieras. Aquella relación, aquel
trabajo, aquella amistad, aquella traición, aquel familiar, aquella
situación de enfermedad o financiera, todo aquello que te esté haciendo
daño, tiene un propósito, debes dejarte moldear por Dios entregándole
todas tus preocupaciones. Cada grieta que tú tengas, Él con barro nuevo
las sanará.
3. Pon tus ojos en la meta y no en la línea de partida: “Hermanos,
yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no
fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo
que me falta por recorrer”. (Filipenses 3:13) No te ates a tu
pasado, déjalo ir. Si vives pensando en los errores que has cometido,
jamás podrás vaciarte por completo. No pienses en la línea de partida,
no veas lo que has recorrido ni cuánto has tropezado, pon tus ojos en
Jesús. Mira e imagina el futuro maravilloso que puedes tener a Su lado.
Déjate llenar por Él.
Es
tiempo de vaciarnos y entregarnos por completo al Dador de vida. Déjate
moldear y conocerás las bendiciones que Dios te ha estado guardando. Es
tu momento, confía en el Señor, Él no te dejará solo.
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